La vergüenza nacional

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Spanish Shame

Por Antón Losada

Empezamos la semana post 1-0 con el independentismo llenando las calles, convencido que la independencia estaba la vuelta de la esquina porque a Europa no le iba a quedar más remedio que intervenir ante la imagen brutal ofrecida por el Estado español y la innegable demanda de la sociedad catalana.

Por su parte, en el otro lado cundía el desanimo y el desconcierto por las imágenes de los antidisturbios contra las urnas y la desesperación ante la inacción de un Mariano Rajoy que, una vez más, tenía las horas contadas por cobarde y pusilánime.

Hoy renace el mito de la mayoría silenciosa, las calles rebosan de banderas de España y las estaciones y notarias de empresas que huyen de Catalunya, sin complejos se llama golpismo a la gente votando y Mariano Rajoy vuelve a ser ese líder imbatible, maestro de los tiempos, inigualable en su habilidad para maximizar los errores del adversario. Entre el independentismo cunden la división y el desanimo ante la constatación de aquello que no veía sólo quien no quería verlo: ni Europa va a intervenir en su ayuda, ni se puede declarar la independencia en el corazón de la UE y esperar que todo siga igual.

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¿Qué ha pasado? ¿Quién tiene razón? Ha pasado aquello que inevitablemente tiene que pasar cuando unos se empeñan en negar la realidad y la demanda mayoritaria de votar, mientras otros se obstinan en declarar la independencia sin contar con un indispensable y abrumador respaldo social. Los dos relatos se equivocan y hacen una lectura errónea de una realidad que se empeña en seguir su propio camino y no plegarse a las conveniencias de unos y otros.

La gente y el dinero no huye de la independencia, escapa de la incertidumbre. No es que quieran quedarse en esta España, sólo les asusta la incapacidad manifiesta de unos y otros para buscar soluciones. La unidad de un Estado no puede fiarse únicamente a las amenazas y al miedo del dinero, tampoco a la estrategia marianista de agotar al rival hasta que se equivoque. La independencia de nueva nación en la Europa de hoy sólo puede llegar de manera acordada, no por la vía unilateral; por muy duras que puedan resultar las imágenes de los telediarios.

Sólo existe un dato común a ambos relatos: la vergüenza de muchos y el asombro de toda Europa al comprobar la incapacidad de la democracia española para resolver sus dilemas políticos como hacen las democracias avanzadas: por la vía de la negociación y el compromiso.

Seguramente la Unión Europea puede decirlo más alto, pero no más claro. Ni el gobierno español puede seguir por la vía de la violencia legal y la represión policial como única respuesta a una legitima demanda política, respaldada por un apoyo social tan evidente como amplio, ni la Generalitat puede empeñarse en seguir forzando la vía de los hechos consumados declarando una independencia que ningún Estado de la Unión va a reconocer.

Ahora pueden escuchar y empezar a negociar un compromiso o pueden seguir abochornándonos a muchos hasta el infinito y más allá.

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Panamá Moix

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El jefe anticorrupción que prefieren los corruptos también tiene una sociedad en Panamá

En un país más normal, Manuel Moix nunca debería haber ocupado la jefatura de Anticorrupción y el episodio panameño debería ser el último antes de su inmediata dimisión

1. El Jefe Anticorrupción al que elogian los corruptos también tiene una sociedad en el paraíso fiscal de Panamá, probablemente para no desentonar con los criminales a los que debería investigar. Manuel Moix y sus tres hermanos son los propietarios de una compañía panameña que es dueña a su vez de un enorme chalet de 500 metros cuadrados con piscina cubierta y más 5.000 de parcela en Collado Villalba, en la provincia de Madrid. La empresa la montaron sus padres y compraron con ella el chalé a través de Panamá, por motivos que nadie ha sabido explicar. Tras su muerte, los cuatro hermanos Moix heredaron la compañía en 2011 y desde entonces la han mantenido en este paraíso fiscal.

2. La noticia la ha destapado este martes Manuel Rico en Infolibre que, antes de publicar, intentó sin éxito conocer la versión de los hechos de Manuel Moix. El fiscal no quiso contestar a sus preguntas, pero sí maniobró para dinamitar la exclusiva con una voladura controlada: filtrándolo de forma incompleta a otro medio, a El Español, que unas horas antes que Infolibre publicó  una versión interesada e inexacta sobre la sociedad panameña de Moix.

3. Según la amable versión de lo de Moix publicada por El Español, los hermanos no sabían del entramado societario panameño de su familia hasta que heredaron. Es completamente falso, porque la hermana mayor de Moix aparece como representante de la compañía panameña cuando se hizo con la propiedad del chalet, en 1988.

4. En El Español también afirman que no han disuelto aún la sociedad panameña porque alguno de los hermanos no puede afrontar los gastos de la liquidación de la compañía. Es otra mentira más. Disolver una compañía cuesta unos 400 euros. Es decir, que en más de cinco años un fiscal, una abogada, una médica y un ejecutivo de un grupo de comunicación –los cuatro hermanos Moix–  han sido incapaces de juntar cien euros cada uno, según esta alucinante explicación.

5. Durante este martes por la mañana, Moix aseguró en la SER que que el lunes por la tarde había llamado al fiscal general del Estado, José Manuel Maza, para avisarle de que esta información sobre su compañía panameña se iba a publicar. Sin embargo Maza dijo a La Sexta casi a la vez que hablaba sobre el tema de Moix que no sabía nada de ese tema y que por eso prefería no opinar. Fue una mentira de Maza, otra más.

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6. Manuel Moix informó a Hacienda de su herencia panameña, pero a la Fiscalía no se lo contó, según ha podido confirmar eldiario.es.  El jefe de Anticorrupción ocultó esta sociedad al órgano que regula las incompatibilidades en la Fiscalía. No es un tema menor porque la actividad empresarial es bastante incompatible con el trabajo de fiscal. Incumplir estas normas puede llevar a la expulsión de la carrera, y hay precedentes similares de fiscales que recientemente han acabado así, también como consecuencia de una herencia.

7. La sociedad panameña de Manuel Moix ha logrado una extraña unanimidad: que  todas las asociaciones de fiscales hayan pedido explicaciones al jefe de Anticorrupción. También la mayoritaria y más conservadora: la Asociación de Fiscales (AF), que fue la única que votó el nombramiento de Moix. Hasta ahora, la AF era su principal respaldo, además del fiscal general. El episodio panameño ha dado una buena excusa a la dirección de esta asociación para recolocarse con el sentir mayoritario de la carrera fiscal, que ha recibido con una mezcla de indignación y estupor cada una de las noticias que rodean al nuevo jefe de Anticorrupción.

8. A última hora del martes, Moix concedió una entrevista en la SER, donde afirmó que disolver la empresa les costaba 90.000 euros y no 400, y que por eso no la cerró. Cuando explicó el detalle se entendió la cifra mejor, porque la mayor parte de esa cantidad tenía que ver con traer la propiedad a España, más que con cerrar la sociedad.

9. En la entrevista Moix también despreció a Infolibre y aseguró que sólo leía “El Mundo, El País y El Español”; que no les había contestado a sus preguntas porque “no preguntaron con educación”. También dijo que no había comunicado nada ante la Fiscalía porque no pensaba que hubiese caído en ninguna incompatibilidad. En una de sus respuestas a Angels Barceló, Moix tuvo un desliz bastante revelador: “Uno no puede tirar una herencia a la basura. Tendrá que aguantarse con la herencia hasta que la pueda legalizar”. Sí, el verbo que usó Moix es «legalizar».

10. En un país más normal,  Manuel Moix nunca debería haber ocupado la jefatura de Anticorrupción y el episodio panameño debería ser el último antes de su inmediata dimisión.

Y no pasará nada, una vez más.

Por Ignacio Escolar, periodista de eldiario.es

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Casa Real, S.A.

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Mediana, demócrata y mujer: las tres cruces de Cristina de Borbón

Por Marta Peirano

Cada vez que un niño dice que no cree en las hadas, muere un hada en algún sitio. Cuando un país entero deja de creer en las princesas, nace una cuenta en Suiza. Decía Boris Izaguirre que todo empezó a ir mal “cuando Iñaki y Cristina se compraron una casa en Pedralbes, el mejor barrio de Barcelona, por 7,5 millones de euros, y la gente empezó a preguntarse cómo podían permitírsela”. Pero la crisis de Cristina Federica de Borbón empezó el día que España se convirtió en democracia. O lo que es lo mismo, la culpa de todo lo que le ha pasado la tiene su padre, don Juan Carlos I, sumajestad. La Infanta Cristina tiene tres cruces: nació mediana, demócrata y mujer. Su padre quería regentar una monarquía moderna como la danesa, pero no tan moderna como para que fuera segunda en la cola del trono en lugar de la séptima. La Constitución Española dice que en el trabajo no puede hacerse discriminación de sexo, pero la línea sucesoria aún “prefiere el grado más próximo al más remoto; en el mismo grado, el varón a la mujer». Ojito, Leonor. Un descuido y te vas fuera.

El Rey obligó a sus hijos a crecer en un pabellón de caza lleno de tojos con nombre de opereta y también a estudiar. Y Cristina fue a la universidad pública y hasta abrazó la vanguardia convirtiéndose en el primer miembro de la familia real con un título universitario, casándose con un atleta olímpico y consiguiendo un trabajo en la Obra Social de la Fundación La Caixa. Todas las estrellas parecían bien alineadas cuando las monarquías democráticas empezaron a fliparse con plebeyas como Kate Middleton, Mette-Marit de Noruega y Mary de Dinamarca. La infanta Cristina, tataranieta del káiser Guillermo II de Prusia, descendiente del Rey Sol y de la reina Victoria de Inglaterra, se había quedado atascada entre Downton Abbey y Jersey Shore.Cuando una periodista divorciada que no notaría una lenteja bajo siete colchones ni aunque viniera envuelta en alambre de púas se convirtió en reina, su única esperanza era el nº 11 de la calle Elisenda de Pinós.

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Pedralbes (2004-2009)

La casa era irresistible, apropiada y se compró. Costaba casi tanto como la partida entera que el estado destinaba ese año a la Casa del Rey, 7,78 millones a repartir entre todos sus miembros. Pero ¿qué significa el dinero en un barrio como Pedralbes, donde todos los caminos van a la clínica Planas, cuando la familia Urdangarin vivía ya apretujada en un mísero apartamento de 300 metros cuadrados con tres hijos y los criados? La finca tenía más de 2.000 metros cuadrados, dos casas, tres plantas, diez baños, siete dormitorios, gimnasio, piscina y jardín. Cristina cobraba 1.800 euros por solucionar el hambre en el tercer mundo, Iñaki tenía dinero ahorrado y empezaba a hacerse un nombre con las consultorías deportivas. La hipoteca de más de 20.000 euros mensuales se iría sacando de aquí y de allí. Solo tenían que arreglarla.

Cuando quisieron venderla pidieron 9,8 millones y les llamaron especuladores. Otra injusticia más, porque a los casi seis millones de la compra y los casi tres del arreglo, hay que sumarle al menos uno de sufrimiento. Los herederos del arquitecto Jose María Villalonga dicen ahora que los duques estropearon la finca pero había que ver cómo la dejaron: todas las ventanas, puertas y tuberías estaban podridas o rotas. El abogado Mario Herrera, su último inquilino, se calentaba las rodillas con estufas de gas. Había humedades, hongos y gotelé.

Las facturas de Aizoon del verano de 2008 de lugares como el Arlberg Hospiz del Tirol (6.627 euros), el Albergo S. Chiara de Roma (7.260 euros) o el Pestana Kruger de Sudáfrica (1.323,35 euros) o las tres noches en el Marqués de Riscal, en la Rioja Alavesa (1.573,54 euros) solo demuestran una cosa: los Urdangarin no tenían casa porque la suya estaba en obras. Mientras tanto, Felipe y su periodista estrenaban chimenea francesa, ventanas de suelo al techo, muros entelados y mármol travertino en el pabellón del Príncipe. Las obras de Pedralbes empezaron en 2004 y, cuando estaban casi acabando, se tuvieron que ir. Iñaki recibió una oferta de trabajo que no podía rechazar.

Washington (2009 – 2012)

Urdangarin no mentía cuando le dijo al juez que no recordaba muy bien lo que ganaba como directivo de Telefónica Internacional en Washington. Pensó que eran unos 350.000 euros al año y resultaron ser 1,4 millones. Pero ¿cómo va a saber un duque lo que le paga una multinacional? ¿O lo que cuesta un polideportivo? Los miembros de la Casa Real tienen preocupaciones más elevadas. Acusar a una Infanta de defraudar a la Seguridad Social por no saber si un miembro del servicio es doncella, telefonista o auxiliar administrativo, o por usar la tarjeta que no debe es absurdo. “La Infanta nunca ha ido a renovarse el pasaporte o el DNI, así que es muy normal que no entendiera los detalles de cómo funcionaba su empresa”, decía Kyril Saxe-Coburg en una entrevista al Vanity Fair. Como Miss America, el objetivo de la Infanta Cristina era y ha sido siempre conseguir la paz en el mundo y tener su propio apartamento. Y el de su marido era abrirle a Telefónica las puertas de EEUU y América Latina, un trabajo que un deportista está especialmente preparado para realizar.

En democracia la realeza trabaja, pero por prestigio y generosidad, nunca por los beneficios económicos que se puedan derivar de sus actividades. Nada podían saber los duques de contratos y facturas. Telefónica ya se ocupaba de pagar, incluyendo el alquiler de 7.500 euros mensuales o los 16.000 euros por cabeza que costaba el colegio privado de sus cuatro hijos. Naturalmente, los niños pasaron del Liceo Francés de Barcelona al Lycée Rochambeau de Bethesda, para no perder el francés. Prueba de la satisfacción de la empresa con su presidente del Comité de Relaciones Institucionales es que, medio año después de declarar ante el juez Castro, Telefónica renovó el contrato con Urdangarin, incluyendo el blindaje de 45 millones de euros en caso de cancelación. Cuando, en el verano de 2012, el duque pidió su excedencia temporal lo hizo por iniciativa propia y no porque se lo mandara Fernando de Almansa, el entonces jefe de la Casa del Rey, como han dicho las malas lenguas.

La casa de Leland Street era bonita, el barrio estaba bien. El único negro que habían visto los niños fue Barack Obama, cuando venía a visitar a gente como el periodista George Will. Pero tenía solo siete habitaciones y cuatro baños; hay que imaginarse lo que era aquello cuando juntaban a los cuatro niños con los miembros de las Fuerzas de Seguridad del Estado. Porque España todavía invierte cuatrocientos mil euros anuales en proteger a los Urdangarin, repartidos en cinco policías que cambian cada tres meses, con sueldo, casa y dietas. Al principio, lo peor era no poder volver a casa porque se la habían alquilado a un amigo de Don Juan Carlos, el príncipe Sheik Hamed ben Hamed al-Hamed, por 36.000 euros mensuales. Después de la imputación de Iñaki, ya no pudieron volver a ningún sitio. Por eso se fueron a Aspen, donde no les conocía nadie. Pasar la nochevieja esquiando, bebiendo ponche y comiendo pavo relleno con arándanos puede costar el equivalente al producto interior bruto de un país pequeño, pero proteger a tu familia de la vendetta de una sociedad que ha perdido los valores, eso no tiene precio.

Fue a Aspen donde el Rey don Juan Carlos mandó a Fernando de Almansa, que además de jefe de su casa era vizconde del Castillo de Almansa y consejero de Telefónica, para pedirles que tuvieran un cariño con la institución y renunciaran a sus derechos dinásticos. Cuando eres la séptima, pensarían, qué más te da. Llegó con el secretario general de la empresa, Ramiro Sánchez de Lerín y Cristina los mandó de vuelta con cajas destempladas. Como castigo, el Rey aprovechó su penúltimo discurso navideño para decir que “cualquier actuación censurable deberá ser juzgada” y que “la Justicia es igual para todos”. Que tiene gracia, siendo como es el único exento en esta monarquía tan moderna donde “la persona del Rey es inviolable y no está sujeta a responsabilidad”.

Las navidades pasan y el círculo se cierra, pero Cristina no quiere renunciar ni divorciarse. Los únicos miembros de la familia real que les hablan son la Reina Sofía y la Infanta Elena. A finales de agosto de 2012, Iñaki Urdangarin hace público un comunicado: “Ante la posibilidad de que el procedimiento judicial abierto y en el que estoy incurso pudiera tener alguna incidencia negativa para el Grupo Telefónica (…) he decidido solicitar a la compañía una excedencia temporal, la suspensión de mi contrato y de mis funciones”.

Dicen que César Alierta le había fichado sin ganas y que estaba esperando la llamada de Almansa para desficharle sin más. Iñaki dijo que era temporal y que «regreso de Washington a Barcelona con la intención de volver a desarrollar con la compañía nuevas actividades en el futuro». Así es como la Infanta, su marido y sus cuatro hijos volvían a la casa de sus sueños. Solo que Washington había sido una burbuja. De vuelta en Barcelona, los Duques se encontraron con un muro de franca hostilidad.

Pedralbes (agosto de 2012- agosto de 2013)

No podían salir de casa sin que alguien los llamara chorizos. La gente se agolpaba en la puerta del cine y los restaurantes para increparlos al salir. La prensa se escondía bajo los coches, en los arbustos, para fotografiarlos. Los vecinos de Pedralbes prohibieron a sus hijos relacionarse con los Urdangarin. La familia real se había cerrado como una ostra. Ese verano, Cristina tuvo que cambiar las queridas playas de Palma por las de Bidart, que en lugar de veleros tienen surfistas y terrazas con menú del día; y el Palacio de Marivent por la casa de su suegra. La única familia que tenía era ahora el clan Urdangarin Liebaert.

Hasta la tradicional comida de Navidad se celebró aquel año en Vitoria, en el restaurante Felipe, mientras que el otro Felipe leía el evangelio en la Zarzuela con su mujer, sus majestades eméritas, la infanta Elena, las hermanas de Don Juan Carlos, la tía Irene de Grecia y todos los sobrinos y nietos de don Juan Carlos menos cuatro. En enero de 2013, la foto del Príncipe Felipe ignorando a sus sobrinos durante la final del mundial de balonmano en el Palau de San Jordi dio la vuelta al mundo en un segundo. En abril de 2013, la Infanta volvió a modernizar a la monarquía española convirtiéndose en el primer miembro de la familia real en ser imputada por un juez.

A la ignominia del juez Castro y se le sumó una venganza que, como es natural, hizo llorar de felicidad a un pueblo sediento de sangre. Dos meses después de la imputación, el exsocio de Urdangarin, Diego Torres, filtraba unos correos personales del duque cuyo contenido conocemos todos. La Infanta supo, pocas horas antes de que se enterara España, que su marido había cambiado la llama olímpica por el fuego de un hogar ajeno. O no tan ajeno, porque implicaba al mejor amigo del duque, testigo de su boda y compañero en el FC Barcelona.

En el ínterin, el resto del mundo supo también lo que pensaba Urdangarin de su cuñada, la princesa Leticia, de su suegra y de los Aznar. Con la cabeza alta y el corazón roto, Cristina se mudó con la familia a Suiza, donde la renta per cápita es la cuarta del mundo y ser paparazzi es ilegal. Iñaki se quedó en Barcelona para vender la casa.

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Ginebra (agosto de 2013)

Isidre Fainé, presidente de Gas Natural Fenosa y de La Caixa y su jefe durante años, había mandado a Cristina a Ginebra con un sueldo de 238.000 euros brutos al año y todos los gastos pagados, incluyendo casa, dietas y colegio. Pero, con los bienes embargados y dos fianzas pendientes de 14.957.262 y 2,7 millones de euros cada una, no quedaba otra salida que el pluriempleo. Quiso la suerte que uno de los mejores amigos de su padre, el príncipe Karim al-Hussayni, necesitara urgentemente una asesora para la Fundación Aga Khan. Dicen que cobraba unos 300.000 euros por coordinar las iniciativas filantrópicas de la Fundación y de la Aga Khan Trust for Culture, pero el dato no ha sido confirmado de manera oficial. Como cualquier mujer que consigue un trabajo (o dos) en plena crisis, Cristina celebró la nochevieja en el Intercontinental Le Grand de París con su familia y con veinticinco de sus amigos más cercanos. La cena en el Café de la Paix, a 500 euros por barba, despertó la ira de los envidiosos, que en los meses siguientes también criticaron sus estancias en el exclusivo Adlon de Berlín y sus vacaciones en La Toscana. Le recriminaban a la Infanta seguir viviendo a todo trapo cuando poco antes había pedido una rebaja de su fianza, cosa que el juez le había negado, atentando gravemente contra su derecho de defensa y contra su dignidad real. Pero no fue por no poder pagarla. Era un problema de contrición.

Consideraba el juez Castro que Cristina de Borbón no merecía la rebaja porque no había mostrado ni culpa ni arrepentimiento. “Nunca se ofreció voluntariamente a dar su versión de los hechos; que incluso antes de su inicial convocatoria judicial se negó a hacerlo hasta que a su estrategia procesal le convino lo contrario; y que en su declaración, a la que se llegó con gran esfuerzo, no se advirtió el más mínimo reconocimiento de los hechos, ni tan siquiera a título de error o imprevisión, actitudes que son totalmente legítimas en el marco jurídico, pero escasamente afines a la de quien dice haberse prestado a reparar un daño». Esta era la clase de mezquindad a la que se enfrentaban los duques. Todo empeoró con la abdicación del Rey.

De Juan Carlos I a Felipe VI

Decía Woody Allen que lo bueno de ser pobre es que puedes cumplir los 70 sin que tus hijos te declaren incompetente mental para poder quedarse con tu patrimonio. Al pobre don Juan Carlos le retiraron por rico, por rey y por haber querido una democracia moderna en un país que no lo era. El Rey será inviolable pero tuvo que abdicar cuando mejor se lo pasaba, disparando elefantes en Botsuana con su amiga Corinna, y todo porque se rompió la cadera, vaciló en un desfile y a su yerno favorito se le daba mejor la pelota que los números. Cuando el teniente coronel Tejero dijo que no había asaltado el Congreso para eso, se refería a esto, su serenísima. Monarquía es no tener que decir nunca lo siento. Democracia es abdicar.

Los Urdangarin siguieron la investidura por la tele, como si fueran primos terceros. El 7 de enero de 2014, con el informe de Hacienda en la mano, el juez había vuelto a imputar a Cristina por doble fraude fiscal. Los correos filtrados de Urdangarin habían puesto en evidencia lo que ya sabíamos todos: que casarse con una divorciada que ha hecho carrera en la televisión tiene consecuencias directas y a menudo hilarantes. Al nuevo Rey Felipe VI le faltó tiempo para revocarles el título de Duques de Palma que les había regalado su padre cuando se casaron en 1997. Desde entonces, los únicos actos públicos que comparten con su familia son funerales: el de Kardam de Bulgaria y el del infante don Carlos de Borbón Dos Sicilias. Y lo que es peor, Cristina tuvo que solicitar una baja temporal sin sueldo de su trabajo en La Caixa hasta que finalizara su comparecencia en el caso Nóos, porque los estatutos de la Fundación no permiten que sus directivos sean imputados en causas fiscales. Tres semanas después se reincorporó al trabajo. La caja de Fainé entiende que los delitos por los que se juzga a la Infanta nada tienen que ver con la actividad que desempeña en la Obra Social y, por lo tanto, no hay incompatibilidad. Ahora dicen que Cristina dimitirá definitivamente de su puesto para dedicarse de lleno a  la Fundación Aga Khan, incluso que se mudaría a Lisboa donde su jefe se acaba de comprar el palacio de Henrique Mendoça por 12 millones de euros.

En cualquier caso, es difícil imaginar a una persona de sensibilidad elevada viviendo en Suiza con 300.000 euros al año. Cristina paga 5.000 euros mensuales por su ático de 200 metros cuadrados en la Rue de les Granges, en el barrio de Florissant. La Ecole International de sus cuatro hijos cuesta 114.000 euros anuales. El bufete de Roca que la defiende cuesta unos 150.000 y Mario Pascual Vives, que defiende a Urdangarin, rondará los 50.000. Ya han tenido que deshacerse de gran parte del servicio. Pronto no tendrían para comer.

Los 6.950.000 euros de la malaventa de Pedralbes se fueron tan pronto como habían llegado. Cuando imputaron a Iñaki, la hipoteca era todavía de 4,4 millones, más el casi medio millón de euros de su cancelación, las fianzas y la deuda de Iñaki con Hacienda, que era de 253,705 euros. La culpa de esta última pella la tuvo, por cierto, el Rey Juan Carlos. Como a cualquier pareja que empieza, el padre les había dado 1,2 millones para la entrada de la casa, sin aclarar si era un préstamo o un regalo. Cómo podía saber Iñaki los peligros del dinero real, aunque venga del rey himself, cuando lo declaró como donativo. Y cómo podía saber la Infanta que Iñaki ya lo había declarado cuando lo puso como préstamo en su propia declaración.

El descenso de la Infanta refleja el respeto que le tiene la moderna monarquía con la que soñaba su padre a la institución que la vio nacer. El Ayuntamiento de Palma de Mallorca retiró su nombre de calles, plazas y paseos. El de Murcia, también. Cuando Ada Colau le quitó la Medalla de Oro que le había dado el alcalde Pasqual Maragall en 1997, Josep Garganté de la CUP propuso quitarle todos los honores a todos los miembros de la dinastía borbónica. Cuando le tocó bajar la rampa de los juzgados de Palma el 8 de febrero de 2014, la Jefatura Superior de la Policía Nacional en Baleares aconsejó que lo hiciera en coche para garantizar su seguridad. Ella misma decidió hacer a pie los últimos metros, demostrando que no tenía miedo de nada ni de nadie. Rodeada por 200 agentes de seguridad.

Pase lo que pase con el caso, el daño está hecho y es permanente. Los exduques de Palma son víctimas del capricho de don Juan Carlos, que como padre soberano del pueblo español, tenía la responsabilidad de dar al pueblo lo que necesitaba y no lo que quería. Algo presagiaba el escudo del Ducado de Palma con su árbol arrancado y un lobo escuchimizado con la lengua fuera lampasado de gules. El árbol arrancado es claramente su casa, de la que Cristina y los suyos han sido expulsados en una persecución que sólo se puede calificar de jacobina.

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El lobo famélico es un pueblo que envidia a la realeza porque no entiende las cosas de la sangre. Es un lobo cubierto de tiña, una metáfora que se entiende bien. Todos esos amigos de Iñaki diciendo ahora que se le subió a la cabeza, que se creía por encima del bien y del mal. ¿Cuántas medallas ganaron? ¿Cuántas princesas besaron? La soledad es el precio de las grandes alturas y allí no hay lugar para arrepentimientos. Cuando las cosas no tienen remedio no debe pensarse más en ellas; lo hecho, hecho está.

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Trump, el inmigrante

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Ellis

El presidente Trump ha decidido vetar la entrada a cientos de miles de personas que, como su madre, solo buscan una oportunidad.

Por Ana Pastor @_anapastor_

«Recuerdo el ruido del viento mientras me estaba quedando dormido. Las ramas de los árboles rozaban el tejado como si fuera gente que susurraba. Llegué aquí una mañana de invierno o quizá fuera primavera. Mi madre me dejó una nota en la maleta. Me pedía que hiciera algo de lo que pudiera sentirse orgullosa, que fuera un buen hombre». La imponente voz de Robert De Niro atrona entre las paredes de una de las naves abandonadas en la isla de Ellis, en Nueva York. El actor aparece en un conmovedor cortometraje documental que pretende servir como homenaje a los 12 millones de inmigrantes que hace 125 años llegaron a las costas de Estados Unidos desde lugares como Irlanda, Grecia, Turquía o Líbano. Homenaje a quienes lo intentaron y lo consiguieron, a los que iniciaron la travesía y se quedaron por el camino, a los que alguna vez lo soñaron y se atrevieron.

Doce millones de personas llegadas en barcos huyendo de la violencia o de la pobreza. Doce millones de personas que han construido EEUU, que sembraron la esperanza de una vida mejor para sus descendientes y que, según datos recogidos por el ‘Washington Post’, son los bisabuelos, abuelas o padres del 40% de la población actual de ese país.

Desde aquellos primeros años del siglo XX hasta hoy han seguido llegando de muy diferentes maneras cientos de miles de personas a Estados Unidos. Una riqueza cultural y humana que alcanza incluso a quien no sabe apreciarla, como el actual presidente Donald Trump. En el maravilloso Museo de la Inmigración de la Isla de Ellis se pueden hacer búsquedas por apellidos para encontrar familiares. Su página web es una joya con documentos de audio, fotos y archivos de aquellos refugiados que llegaban en barco y eran atendidos en barracones tras pasar exámenes médicos y entrevistas personales. Y ahí, entre esa cantidad ingente de nombres he podido comprobar que está Mary Anne MacLeod.

EL HIJO DEL PRESIDENTE

El 11 de mayo de 1930 llegaba a la isla en un ferry esta joven de 18 años con apenas 50 dólares según el documento que aún conserva el museo. Mary Anne era entonces una adolescente inmigrante que declaró aquel día no querer volver a su país, Inglaterra. Años después se casó en territorio norteamericano y tuvo varios hijos. A uno de ellos le puso el nombre de Donald. Hoy es el presidente que ha decidido vetar la entrada a cientos de miles de personas que, como su madre, solo buscan una oportunidad. El mismo presidente que ha tenido hijos con dos mujeres nacidas en Europa, como su madre.

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De nuevo escucho de fondo la voz de Robert De Niro: «Vine aquí porque quería tener un hogar, un lugar donde pudiera hallar la paz, donde me trataran como a cualquier otra persona, donde pudiera ser quien yo quiera ser».

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Circus Mundi

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Han llegado los payasos

Cuando la civilización polinesia de la Isla de Pascua (hoy parte de Chile) empezó a quedarse sin árboles, lluvia ni alimentos, los jefes empezaron a ver peligrar sus plumas y medallas. Su tarea histórica era traer riqueza y tener línea directa con los dioses, pero en plena crisis no tenían ni idea de cómo hacerlo. No conocían la ciencia ni la ecología y solo un milagro de multiplicación de panes y peces –y allí el cristianismo no había asomado las narices– habría salvado a la isla de su catástrofe ecológica. Décadas de multiplicación humana, deforestación, cambio climático y la explotación exagerada de cultivos, como relata Jared Diamond en ‘Colapso’, habían llevado a la isla a la parálisis.

Las famosas y misteriosas esculturas moais que tallaban, monolitos gigantes con los que los diferentes clanes querían pavonearse de su poder, acabaron agotando el paraíso: exigían tala de árboles, un sobreesfuerzo de transporte y sobreconsumo de comida. Se presentó el canibalismo, y la veneración de los jefes se tornó en saqueo e indignación contra ellos. En el siglo XXI nuestros moais son ideas de felicidad que se compran y se venden, experiencias a crédito y objetos de consumo. Cuanto más, mejor, así como los moais eran mejores cuanto más grandes. Como en la Isla de Pascua, también nos hemos multiplicado furiosamente en un planeta sin cara B: somos 7.000 millones. En 1950, antes de ayer, éramos 2.500. Demasiados homo sapiens queriendo progresar y consumir en un mundo de recursos y espacio limitados. Con tanta competencia se exacerba el egoísmo, la autoprotección y el miedo al otro. El ascensor social está en reparación y el sediento capitalismo salvaje se está bebiendo los pozos de la ética. Nuestros reyes, como los de Pascua, no resuelven. La indignación está prendiendo y hay ganas de castigarlos y bajarlos de sus pedestales, de quitarles galardones, honores y romperles las estatuas. En Pascua hubo violencia contra ellos y les arrebataron sus casas. Como el magnicidio es intolerable, lo que estamos haciendo en las sociedades modernas es sustituir a los jefes de siempre por payasos, a ver si llueve. Elegir perfiles como el de Trump es tirarse un farol o una moneda al aire y a la cara. Es subirse de hombros, todo al rojo y a ver qué pasa. Hay una nueva tendencia de elegir para que ejerzan de políticos a quienes menos se les parezcan y a los más primarios (que me defiendan a mí y lo mío), por eso también el avance de los líderes xenófobos y del Brexit. Es una solución disruptiva pero estúpida. Como resumirían los geniales Monty Python: «And now… For something completely different!». Sin más razón que porque sí.

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Escrito por Raquel Ejerique @raquelejerique

Editado por Iñigo Ortiz de Guzmán @inigortizguzman

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2º Asalto

Pactar es ceder un poco

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Mariano Rajoy sigue sin contar con ningún apoyo a su candidatura tras unas conversaciones en las que se ha confirmado el distanciamiento del PP con el resto de formaciones, a las que no ofrece medidas concretas

Lo intuyó Dámaso Alonso: Madrid es una ciudad de más de un millón de pactistas, pero sin tradición de pactos. Por eso los pactos no salen. Ya fallaron en la pasada legislatura y, si nadie lo remedia, la situación va camino de repetirse, aunque no a petición del distinguido público. El PP tiene claras las cosas: o se acepta que Mariano Rajoy sea presidente o habrá nuevas elecciones. ¿Qué ofrece a cambio? No se sabe. Dijo, eso sí, que debe haber un gobierno estable, pero se olvidó de explicar las acciones que acometería el ejecutivo para el que pide apoyo parlamentario. Sus portavoces hablan de matizar el programa electoral, e incluso de modificar la ley de educación, aprobada durante los años de mayoría absoluta contra todos los demás partidos y movimientos sociales. Pero eso es ofrecer la piel de un oso que no ha cazado y que no tiene medio de cazar: no puede aplicar su programa electoral porque carece de apoyos suficientes y, aunque Rajoy consiga ser presidente del gobierno, este tendrá que asumir las modificaciones que el Parlamento introduzca en las leyes que aprobó en su día en solitario (solo la laboral contó con los diputados de la entonces CiU). Mientras, visto que en la primera repetición el discurso del miedo a la inestabilidad y a Podemos le permitió crecer en número de diputados, Rajoy ha decidido insistir en la estrategia confiando en atemorizar a los que vieron sus fuerzas disminuidas.

Complicado acercamiento

Hay en la Cámara formaciones más afines a la derecha. En primer lugar, Ciudadanos (que el miércoles daba un giro a su estrategia al anunciar su abstención

El discurso exhibido por el PP hace que el acercamiento a los nacionalistas resulte casi imposible

en segunda vuelta), pero también el PNV o el Partit Demòcrata Català (PDC), que agrupa las cenizas de Convergència. Pero los populares han esgrimido el discurso del españolismo recentralizador con tal vehemencia que el acercamiento a ellos resulta imposible en el caso del PDC y muy difícil con los nacionalistas vascos, sobre todo porque en Euskadi habrá elecciones en otoño. Es cierto que el PNV ha sido siempre un partido de orden y que incluso su primera negativa fue educada, pero el acercamiento a cualquier nacionalismo periférico resulta indigesto para Ciudadanos, único partido que ha cuestionado el cupo vasco. Algo que ni siquiera el PP hace porque, como dijo en campaña el filósofo y candidato jeltzale Daniel Innerarity, “no conviene patear un avispero”.

El socio natural

Así las cosas, el probable aliado del PP es Ciudadanos. Sus dirigentes ya han entendido que su misión es encontrar la vía que facilite prestar sus votos al Partido Popular.Albert Rivera ha aprovechado estos días para trabajarse el discurso de modo que donde dijo que nunca permitiría (ni con el voto ni con la abstención) que Mariano Rajoy repitiera como presidente figure que había dicho todo lo contrario, naturalmente, por el bien de España. El problema es conseguir, como pretende, que le ayude el PSOE (aunque sea absteniéndose), de modo que Ciudadanos no quede como único apoyo a un PP con el que no quiere pactar nadie, entre otros motivos porque los populares no quisieron pactar nada durante los cuatro años en los que no les fue necesario. La insistencia de Rivera en que el PSOE debe colaborar en la investidura de Rajoy hay que entenderla como una acción en defensa propia: si Ciudadanos se convierte en la muleta del PP, con Rajoy al frente, sin compensaciones en una supuesta lucha contra la corrupción, su futuro puede quedar en entredicho. ¿Para qué dos partidos de derechas si el comportamiento es similar?

La papeleta del PSOE

El papel más difícil, sin embargo, es el de los socialistas. Aunque Pedro Sánchez sugiera que no habría terceras elecciones si no hubiera habido segundas, lo cierto es que el PSOE lo arriesga todo, tome la decisión que tome, tras un primer voto (al que Rajoy puso fecha en el 3 de agosto para aumentar la presión) que será necesariamente negativo. El líder socialista dejó muy claro que la obligación de encontrar apoyos para el gobierno del PP es del propio PP y no puede cargar a los demás con la culpa de sus incapacidades. Sánchez reiteró que el voto de los socialistas será siempre negativo, pero no por Rajoy, sino porque el programa del PP es incompatible con el del PSOE. Los socialistas no pueden conceder en modo alguno que Rajoy salga a la primera y solo muy a regañadientes pueden aceptar abstenerse en la segunda votación (o en la tercera, si fuera el caso) si obtuviesen claras contrapartidas que presentar a su electorado. Lo contrario sería el suicidio o la ruptura de un partido que, por otra parte, no está especialmente cohesionado.

Para permitir que Rajoy (u otro candidato del PP) sea el nuevo presidente del gobierno, el PSOE necesita concesiones de los populares. Concesiones de contenido: en educación, por supuesto, pero también en lo relativo a libertades (ley mordaza), en el modelo laboral (cambios en la contratación y en la negociación colectiva), en economía (financiación autonómica, fiscalidad y pensiones) y en asuntos aparentemente menores pero, al final, esenciales para la organización de la convivencia, como acabar con el sometimiento del poder judicial y de los medios de información públicos al Partido Popular.

El PSOE puede aceptar abstenerse solo si obtiene claras contrapartidas para mostrar a sus votantes

Es probable que Ciudadanos exija cambios en la ley electoral y nuevas medidas anticorrupción. En ambos casos podrá contar con Pedro Sánchez y sumar, además, el apoyo de Podemos, a quien los socialistas no querrán dejar el monopolio de la oposición. En el pasado el PSOE podría no haber sido receptivo a una reforma que afecte al sistema de representación electoral, pero tras el susto de las últimas elecciones los tres partidos pueden defender con argumentos una modificación que haga el reparto de escaños más proporcional a los votos reales. Menos partidario será, en cambio, el Partido Popular, gran beneficiado en el presente.

Buscar por esta u otras vías la colaboración de Unidos Podemos es esencial para los socialistas porque si un día quieren gobernar difícilmente podrán hacerlo solos, y no está claro que la derecha piense ayudarles. Nunca lo ha hecho. Por su parte, los partidos nucleados en torno a Pablo Iglesias, pasado el sarampión, tendrán que aceptar que en el Parlamento cabe algo más que el mero no a lo que hagan los otros. Y para eso necesitarán pactar. Los más cercanos y con mayores coincidencias programáticas son los socialistas.

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Asunto sensible

Queda la patata caliente de la reforma constitucional. Rivera ha querido presentarse como el adalid de lo que él llama el “frente constitucionalista”. Eso tiene poco recorrido. Tan constitucionalista es quien defiende que la Constitución no se toque (o se toque poco) como quien propone (Unidos Podemos) modificarla respetando los mecanismos que la propia Constitución prevé. Y esta modificación tendrá que hacerse contemplando el problema territorial que se vive en Cataluña, donde la pasiva indolencia de Rajoy ha sido un maná para el independentismo. Los socialistas (o una parte de ellos) hablan de reforma federal; Unidos Podemos, de una España plurinacional. No todo parecen divergencias. Y también se abre aquí un campo donde exigir gestos al PP a cambio de permitir su gobierno en minoría.

Vistas las cosas, no todo está perdido. Nadie puede imponer sus proyectos a los demás. Queda la vía de la negociación y hasta, quizás, puedan alcanzarse acuerdos.

Por Francesc Arroyo, AHORA SEMANAL

IlustraciónRaúl Arias

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Brexit time

‘To Brexit or not to Brexit’

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Reino Unido no está plenamente dentro de la UE, no participa de la moneda común ni del espacio Schengen

No existe un peligro real de que Reino Unido salga de la Unión Europea. Por una razón elemental: Reino Unido no está plenamente dentro de la UE. No participa de la moneda común ni del espacio Schengen. Y ha logrado amañar con Bruselas unas condiciones inaceptables para chantajear con la permanencia: ni cesión de soberanía, ni libertad de movimientos a los ciudadanos comunitarios, ni siquiera igualdad en los derechos laborales.

Eran los presupuestos desde los que David Cameron estaba seguro de haberse granjeado la victoria del referéndum. No proponía a sus compatriotas permanecer en la UE, reivindicaba una situación de privilegio y de excepción que discriminaba a los demás países y que retrataba al proyecto comunitario en su extrema fragilidad.

Está claro que la Unión Europea no puede permitirse la salida de Reino Unido. Por razones económicas. Por motivos geopolíticos y psicológicos. Y por cuestiones conceptuales, pero es la misma UE la que ha emprendido un camino de involución y ha degradado sus razones fundacionales. Lo demuestra la psicosis de la inmigración. Lo prueba el alzamiento de las fronteras. Lo explica el rebrote de los nacionalismos y de los neofascismos en la frontera Este. Lo acredita la vergüenza del pacto con Turquía.

Se le han dado al autócrata y teócrata Erdogan expectativas de integración en la UE como prebenda a la externalización de la crisis de los refugiados. Más lejos está Turquía de los estándares comunitarios —libertad de expresión, presos políticos, islamización—, más cerca se encuentra de incorporarse al sindiós comunitario.

El problema de idiosincrasia, de sentido, de crisis existencial, le sorprende a Europa en la tesitura de aferrarse a la victoria de Cameron, cuya euforia y temeridad en el momento de proponer el referéndum se resiente ahora de la tragedia personal que supondría perderlo. Debería abdicar, purgar su irresponsabilidad, expiar el abuso del estrés plebiscitario en las cuestiones viscerales, de Escocia a Bruselas.

Tony Judt tiene escrito que los británicos no son realmente europeos en la connotación y evolución comunitarias. La peculiaridad insular, la historia y el sentimentalismo del imperio explican que un vecino de Bristol sienta más cercana una playa de la India o un paisaje neozelandés que una aldea de Eslovenia o una isla griega.

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Se explica así la ineficacia de los mensajes apocalípticos que han coreografiado todas las instituciones, tratando de seducir a los escépticos con el miedo y la aprensión. La cuestión es que no se vota con la cabeza. Ni siquiera puede decirse que la victoria del Brexit constituya un revulsivo a la xenofobia. Nigel Farage se atribuirá todos los méritos en la eventualidad de la ruptura y en la simplificación del debate, pero no se explica el euroescepticismo sin el euroescepticismo que ha fomentado la UE.

Por Rubén Amón

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Panama Papers

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La patria son los impuestos

Reflexión, por Pepa Bueno

La era del secreto bancario ha terminado, dijeron solemnemente los líderes del G20 reunidos en abril de 2009 bajo la impresión todavía de la caída de Lehman Brothers y el tsunami financiero que le sucedió. Y el entonces primer ministro de Reino Unido Gordon Brown fue muy lejos: “Hemos acordado acabar con los paraísos fiscales que no comunican la información que se les reclama. El secreto bancario del pasado tiene que acabar”.

Y en el año 2012 la Unión Europea aprobó un plan para luchar contra la evasión fiscal. Y aquí estamos, siete años después de aquella solemnidad, hablando de miles de documentos y cientos de personas con actividades opacas en Panamá.

Lo peor es que no es ninguna sorpresa. La sorpresa es desde luego comprobar la impunidad de todo un primer ministro islandés invirtiendo en bonos contra su propio país o un presidente argentino poniendo en marcha una campaña para pedir a los argentinos que retornen su dinero al país mientras su familia, con su nombre incluido, registra sociedades en oasis sin transparencia. Muchas de las actividades que se cuentan ahora gracias a la filtración masiva del despacho Mossack Fonseca son legales. Pero la legalidad se cambia y eso se anunció cuando Sarkozy decía hace siete años que había que refundar el capitalismo.

Todo ha cambiado en estos 7 años de la gran crisis, todo menos que el dinero, el gran dinero, se sigue moviendo sin control democrático, mientras las arcas públicas necesitan más recursos que nunca.

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VÍDEO INTERACTIVO

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Qué no pasó

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Uno de los nuestros

Vista gorda. Vividores. A votarles hagan lo que hagan.

Por Jesús Cintora

Cuando el 50% de los jóvenes españoles lamenta estar en el paro, Carlos Alberto puede contar que llegó a alcalde con 28 años, sin acabar los estudios universitarios y gobernó durante cuatro legislaturas. Carlos Alberto amasó un dineral, se compró una casa, un coche de alta gama de 60.000 euros, una moto de alta cilindrada de marca y enchufó a unos cuantos colegas en el consistorio. Sin esconderse. Carlos Alberto hacía y deshacía (sobre todo esto último) y la gente le seguía votando. 16 años con el bastón de mando, el machito.

Dicen los que quieren mal a Carlos Alberto que tenía un montón de queridas, esperándole en un puticlub privado que pagaba en una de las discotecas de moda en Madrid. Sí, ‘ puticlub privado’. No se privaba de nada, pero con el dinero de todos. Total, llegaban las elecciones y venga esas papeletas para Carlos Alberto. Él lo celebraba con papelinas de coca, según hablan los que le odiaban.

Nuestro héroe popular gozaba de financiación irregular para las campañas electorales, facturas falsas, infladas, dinero negro, adjudicaciones a dedo… Vamos, lo que viene a ser el manual. Eso sí, Carlos Alberto con gomina, traje y corbata. Qué majo este chico, qué bien viste y cómo habla, aunque le investiguen hasta por chanchullos con la recogida de ropa usada para los pobres. «¿Qué hace aquí toda esta chusma?», dicen que preguntó en alto don Carlos al ver a los vecinos protestando por sus viviendas.

El alcalde es «un descojone«, comentaban los directivos de empresas que conocían sus vicios y le sacaban así las contratas. «Si le digo que le voy a llevar a un sitio con masajes relajantes, se sube por las paredes», se oye en las conversaciones telefónicas intervenidas por la Guardia Civil. «¡Eres la polla, eres la polla!». Unpicha brava que hasta llevaba pistola era Carlos Alberto.

Es la historia de un virrey, que gobernaba un pueblo de apenas 5.000 habitantes. Y la Mancomunidad y lo que le echaran. Le dio para todo esto, para dejar la localidad entre las más endeudadas de España y para estar imputado por prevaricación, fraude, malversación de caudales públicos, tráfico de influencias y cohecho. Lo votaban masivamente y el partido le ponía lo que hiciera falta. ¿Nadie se olía nada? Sabemos que «olía a alcohol en los plenos e imaginábamos que era joven y llegaba de una noche de farra».

Vista gorda. Vividores. A votarles hagan lo que hagan. Carlos Alberto era alcalde de Moraleja de Enmedio. Con estos mimbres, qué gran película haría Berlanga. Moraleja: si pasó esto en Moraleja, qué no pasó y pasará en el resto de España.

«Un político ignorante se vuelve peligroso», Arturo Pérez-Reverte

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Por un mundo mejor

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París nos desnuda

Las sociedades sin memoria no pueden ganar la guerra. Y menos aún la paz

Por Ramón Lobo

Existen tres respuestas a un ataque como el de París. La primera nace de las tripas, que ya esgrime el Frente Nacional de Marie Le Pen –cerrar mezquitas, prohibir organizaciones islámicas–. La segunda, afirmar que estamos en guerra, intensificar los bombardeos en Siria, vengar los muertos. La tercera se centra en eliminar las causas que nutren el islamismo radical, apoyar a los musulmanes moderados, fomentar la educación. Es posible que ninguna de las tres sirva, y menos aún por separado. Vamos por partes.

No hay protección ante un suicida

Por mucho que se activen los colores y los números de las alertas de seguridad, por muchos policías y militares que se desplieguen en las calles y en las fronteras, no hay defensa posible contra un atacante que está dispuesto a morir. Él tiene una ventaja: sabe que va a matar; su objetivo está en desventaja: no sabe que va a morir.

El terrorista clásico trata de atentar, salvar su vida y escapar. Con él es posible la disuasión. El atacante fanatizado con premio celestial busca causar el máximo daño entre la población civil. Sus objetivos no tienen necesariamente una carga política –edificios simbólicos y centros oficiales que suelen estar más protegidos–, basta con que sean fáciles. Cualquiera puede ser la víctima, como sucedió en Londres en mayo de 2013: dos hombres rebanaron el cuello a un soldado de paisano.

Pese a todo, la seguridad es necesaria. Un ejemplo lo tenemos en el estadio de Francia, en el que los controles de acceso detectaron a uno de los atacantes que se inmoló en su huida. Es posible que los otros dos que estaban en las inmediaciones tuvieran también como misión hacerse estallar dentro de un recinto con más de 80.000 personas. Se puede proteger un estadio, pero no cada sala de conciertos, restaurante o café en una ciudad como París.

Defendemos la democracia y la libertad

Esta es la declaración más repetida por los líderes europeos y estadounidenses. El problema es dónde aplicamos tan nobles valores, a veces ni siquiera dentro de nuestras fronteras (ley mordaza, impunidad judicial). No los trasladamos a los territorios en los que explotamos las riquezas que alimentan nuestro sistema de vida. Donde abundan el petróleo, los minerales estratégicos y el trabajo esclavo no funcionan los principios porque los reemplazamos por los intereses.

Cuando se lanzan este tipo de declaraciones ampulosas, de consumo interno, se amplía la brecha con los mundos de la pobreza, la injusticia, el hambre, el machismo y la explotación porque demuestra que no entendemos nada, que seguimos aupados en un pedestal de superioridad moral que una parte del planeta no nos reconoce.

¿Qué tipo de democracia defendimos en Egipto al descabalgar a los Hermanos Musulmanes del poder pese a haber ganado las elecciones? ¿Qué tipo de libertad se defiende en los territorios ocupados por Israel? ¿Qué tipo de valores esgrimimos tras el 11-S con las cárceles secretas, los secuestros y los asesinatos selectivos?  ¿Qué tipo de principios impulsaron la invasión de Irak, el derrocamiento de Gadafi y la guerra civil en Siria? ¿Qué moralidad puede esgrimir el Consejo de Seguridad si en él tienen asiento permanente y derecho de veto los principales exportadores de armas? Carecemos de la auctoritas, solo tenemos la podestás. Y a la podestás se le puede contestar con otra fuerza. Es lo que está sucediendo.

Qué bombardeamos en Siria

Después de más de cuatro años de guerra, entre 250.000 y 300.000 muertos y cuatro millones de refugiados, seguimos sin saber qué defendemos en Siria, quiénes son nuestros aliados, cuáles son los objetivos. Al principio se apoyó al Ejército Libre de Siria con la esperanza de que pudieran derrotar al régimen de Basar el Asad. Nunca les dimos las armas y los medios necesarios para vencer a un Ejército profesional. Ante la incapacidad operativa de este grupo surgieron otros, casa vez más radicales como el Frente al Nusra (que rinde pleitesía a Al Qaeda) y el ISIS (actual Estado Islámico o Daesh). Algunos de nuestros amigos del Golfo como Qatar y Arabia Saudí han estado muy activos en el envío de dinero y armas. Podríamos preguntar al Ministerio de Defensa por las ventas de municiones españolas a Riad y seguirles la pista hasta Siria. Aquí nadie es inocente.

Barack Obama había advertido al dictador Asad sobre las consecuencias de lanzar armas químicas contra su población. Lo llamaron la línea roja. En agosto de 2013, el régimen utilizó este tipo de armas contra una posición del Ejército Libre de Siria en Ghouta. Murieron 1.400, muchos de ellos niños. EEUU no atacó tras sopesarlo durante semanas. Se acogió a un plan ruso para destruir las armas químicas del régimen.

El motivo de su inacción es sencillo: no sabía qué grupo representaba sus intereses. A quién beneficiaría un ataque contra Asad: ¿a Al Qaeda o al ISIS? Han pasados dos años y seguimos en el mismo punto. Del Ejército Libre de Siria quedan bolsas aisladas. Todos los intentos de crear una fuerza armada alternativa a los radicales y al régimen han fracasado.

Los bombardeos se centran en el ISIS pero carecemos de soldados o aliados en el terreno que hagan el trabajo de la infantería. A pesar de los ataques, el ISIS se ha hecho fuerte en amplias partes de Siria y en Irak, donde domina algunas zonas petroleras (financiación).

Desde hace un par de meses hay un nuevo actor bélico: Rusia, el aliado de Damasco. Ha pasado de un apoyo político, diplomático y militar, pero discreto, a bombardear en su nombre. Es el único que sabe lo que quiere: fortalecer a Asad a quien considera esencial para derrotar al ISIS. La única salida inteligente es que EEUU, Rusia, Francia, Reino Unido y Turquía, los más activos militarmente, coordinen sus acciones y objetivos.

La paradoja para Occidente es que después de impulsar una guerra contra Asad, sea hoy su única esperanza a corto plazo para derrotar al ISIS en Siria. Se busca desesperadamente una componenda con Moscú que permita salvar la cara: que al menos se vaya Basar.

También están los kurdos: tomaron Kobane en Siria y Sinjar en Irak. Son una fuerza de combate formidable. Pero apoyarse en ellos plantea problemas con Turquía, a quien le hemos comprado desde décadas la existencia de unos kurdos malos (los suyos) y unos buenos (los que luchaban contra Sadam Husein ). Y ahí seguimos atrapados.

Primero habría que derrotar al ISIS y después cambiar de régimen, democratizar Siria; pero ¿con qué herramientas sociales y políticas? La sociedad ha sido destruida, como en amplias zonas de Irak. Esa destrucción moral y emocional alimenta el ISIS y a los grupos radicales.

Refugees welcome

Será la investigación judicial la que determine la exactitud de los hechos, los nombres de los atacantes, su procedencia y el modo en que llegaron a las diversas escenas de los crímenes, pero existe la posibilidad de que uno o varios de los participantes en la matanza hayan entrado en Europa confundidos entre los refugiados sirios. Un pasaporte junto a un cadáver no prueba una vinculación: puede ser un documento robado, una trampa de los asesinos.

Los radicales, ultraconservadores y xenófobos europeos no esperan a las confirmaciones ni respetan los duelos. Se han apresurado a demandar el cierre de las fronteras, la reducción de las cuotas de refugiados e impedir la entrada de nuevos solicitantes de asilo. Volvemos al viejo debate: ¿seguridad o derechos humanos?, como si fuesen incompatibles. ¿Se deben cerrar las fronteras para impedir que entren algunos terroristas pese a que los refugiados son víctimas que escapan del mismo terror que hemos vivido en París?

Son tiempos propicios para los argumentos racistas, las mentiras y la Europa fortaleza. Si se prohibiera la llegada de nuevos refugiados y se expulsara a los que llegaron este año, no tendríamos más seguridad. Lo ocurrido el viernes seguiría siendo posible porque el mayor peligro potencial son los 20.000 combatientes extranjeros que luchan en Siria e Irak bajo la bandera negra de Daesh y los jóvenes que se radicalizan en nuestros barrios y compran el relato del ISIS . Es su salida de la crisis: ser un mártir frente a un mundo que les ignora.

La solución para los refugiados sirios es la misma que antes del 13-N: más fondos para ACNUR que gestiona los campamentos de Turquía, Líbano y Jordania, apoyo a los gobiernos que acogen a cuatro millones de personas cerca de las fronteras sirias, apertura de oficinas en la zona para tramitar las solicitudes de asilo y determinar quiénes tienen derecho al estatuto de refugiado junto a la investigación policial correspondiente sobre su pasado, ya que aquellos que han cometido crímenes de guerra no tienen derecho a asilo.

Todo es fruto de una gran improvisación: la crisis de los refugiados y los bombardeos. Se actúa a golpe de titular o de fotografía de niños ahogados sin un plan definido. Esta Siria desangrada existe desde hace más de cuatro años, pero nos acabamos de enterar este verano. ¿Quién se acuerda hoy de Aylan Kurdi? Él es otra víctima de la locura que han padecido Nueva York, Londres, Madrid, Beirut o París. Las sociedades sin memoria no pueden ganar la guerra. Y menos aún la paz.

Hay más guerras más allá de nuestras fronteras, más miserias, más almas que malviven… Es el momento de que nos dejemos de tantas patrañas individualistas. Pensemos en nosotros, en todos, en comunidad.

Por Iñigo Ortiz de Guzmán

 

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