Marrakech está teñida de sangre.
Cuando se clavó la afilada Kutubia en su corazón, la ciudad entera sangró y sangró hasta que las murallas y las paredes de todas las casas quedaron totalmente cubiertas de rojo.
Es una famosa leyenda local que muestra el carácter mágico y salvaje que se oculta, agazapado, en el interior de la gran capital del desierto, el puerto del norte del Sahara, el oasis en el que recalaban las polvorientas caravanas de camellos y los prodigios de toda África.
Eso es Marruecos… un compendio de muchas y diversas sensaciones.
Y si hubiera que poner un título a la experiencia en esta y en la otra ciudad costera de Essaouira que visitamos mi gran amigo Luis y moi sería algo como «País de contrastes, de colores ocres, de una luz intensa, de un olor característico a especias, de grandes diferencias de clase, de chicos ‘avispados‘ que te quieren hacer de guía por dos dirhams, de callejuelas que te hacen recordar a Ali Baba, de espectaculares puestas de sol… Pero sobre todo, Marrakech es donde el paso del tiempo brilla por su ausencia. En definitiva, donde los sueños exóticos se hacen realidad»
Salam aleikum!
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Por © Iñigo Ortiz de Guzmán